Plataforma Urbana.- La urbanización en América Latina y China es un proceso que se ha desarrollado con similitudes, como la migración de la población desde el campo a la ciudad, pero que presenta una radical diferencia: la velocidad.
Este factor se refleja, por ejemplo, en que solo en los últimos 35 años, las ciudades chinas han recibido más de 560 millones de habitantes provenientes de las áreas rurales, cantidad que equivale a la población total de Latinoamérica, según el informe “Urbanización Rápida y Desarrollo: Cumbre de América Latina y China”, elaborado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Usando los datos de este documento como referencia, la arquitecta Nora Libertun -PhD en Desarrollo Urbano del MIT y máster en urbanismo de la Universidad de Harvard- acaba de elaborar cinco principios para que la urbanización y los desafíos que conlleva se puedan abordar desde un enfoque sustentable en las ciudades y así no se incentive la expansión urbana y el desarrollo no desequilibre el medioambiente.
A continuación, cinco claves:
1. Entender a los servicios urbanos como partes de un circuito integrado
Los servicios urbanos, como el agua potable, la electricidad y el transporte público, entre otros, deben ser concebidos como un circuito único y no como la suma de sus partes mediante la infraestructura que tiene cada uno.
De esta manera, la arquitecta Libertun considera que es el circuito compuesto por los servicios urbanos se debe optimizar en su totalidad. Asimismo, entrega un ejemplo respecto a la zonificación urbana cuando se amplía la red de transporte, entendiendo que “mejor comunicación aumenta la demanda de espacio comercial y residencial”.
2. Alinear los incentivos económicos con los beneficios ambientales
En las ciudades, es bastante común encontrar sitios urbanizados, pero en desuso. Por este motivo, la arquitecta considera que si se diseñan proyectos que hacen posible reutilizar estos espacios, esta práctica se debe premiar en vez de prohibir y multar.
Para esto, propone que los incentivos se pueden documentar en políticas que promuevan la ocupación en zonas urbanas, lo que evitaría la construcción de nuevos lugares en los suburbios.
3. Comprender que la sustentabilidad es incluyente
La llegada de habitantes a las ciudades trae consigo una mayor demanda de servicios urbanos. No obstante, si los gobiernos no los proporcionan, dan paso a la creación de servicios que abastecen a barrios informales, los que en Latinoamérica acogen a un tercio de su población urbana, es decir, 160 millones de personas, según el informe del BID. En tanto, en China, esta situación la vive el mismo porcentaje, que representa a 234 millones de habitantes.
Ante esto, Libertun plantea que es necesario ampliar la cobertura de los servicios urbanos, ya que considera que la sustentabilidad no se puede alcanzar si parte de la población queda marginada del acceso a estos servicios.
4. Incluir a la sociedad civil en la protección del medioambiente
Casos como la recuperación y conservación del río Erren (Taiwán) por parte de sus habitantes y la conversión de un espacio subutilizado en un área de juegos sustentable para los niños de Uraycamuy (Bolivia), son algunos de los ejemplos en que cuando diversas organizaciones trabajan junto a los habitantes, es posible que conozcan y revaloricen su entorno.
Es por este motivo que la arquitecta plantea que es importante favorecer la participación de las comunidades, ya que es así que “los residentes valoran su entorno, lo utilizan y lo cuidan”.
5. Fomentar el intercambio de conocimiento entre ciudades
A medida que las ciudades se desarrollan, surgen nuevos desafíos que pueden ser ambientales, culturales, de diseño, gestión, etc. Por este motivo, Nora Libertun ve como una oportunidad que las ciudades compartan sus experiencias, y por ende aprendizajes, para superar los desafíos que pueden tener puntos en común.
En este sentido, desde hace unos meses que Santiago integra una red que busca cumplir con el intercambio de conocimiento, enfocado en desarrollar estrategias para que las ciudades sepan cómo recuperarse de una crisis que puede ser económica, física y social.
Se trata de la organización 100 Ciudades Resilientes, dependiente de la Fundación Rockefeller, que en 2014 evaluó las propuestas que enviaron las ciudades interesadas en ser parte de esta red y que finalmente le permitió elegir 35 ciudades, siendo una de ellas Santiago, la que estuvo representada por la propuesta de la Organización Resiliencia Sur.