El País (España).-
EE UU y China nunca serán los mejores amigos. Como ellos mismos reconocen, les separan demasiadas cosas, las opiniones sobre derechos humanos entre ellas. Pero para la visita del presidente de EE UU, Barack Obama, a Pekín, los dos Gobiernos optaron por dejar atrás sus roces y apostar por el pragmatismo. Esta cooperación ha dejado como resultado, entre otras cosas, un acuerdo “histórico” contra el cambio climático entre los dos países más contaminantes del planeta.
El pacto prevé que para 2025 EE UU recorte sus emisiones de gases de efecto invernadero (dióxido de carbono) entre un 26% y un 28°% con respecto a los niveles de 2005. China —el mayor emisor— seguirá aumentando sus emisiones hasta alcanzar su nivel máximo en torno a 2030 —o antes si fuera posible—, fecha en la que iniciará la reducción. Es la primera vez que Pekín se fija un plazo para iniciar la rebaja de sus emisiones.
China también aumentará hasta el 20% la proporción de fuentes no contaminantes en su consumo total de energía para 2030 —ahora no alcanza el 10%—. Ello obligará a la segunda economía mundial a poner en funcionamiento una capacidad generadora de 800 a 1.000 gigavatios de energías no contaminantes —solar, eólica o nuclear, entre otras— para ese año, más que todas las plantas alimentadas por carbón que existen hoy en China y “cerca de toda la capacidad actual de generación de energía eléctrica en Estados Unidos”, según el comunicado conjunto.
Con este acuerdo, que se suma al anuncio el mes pasado de la Unión Europea de que recortará en un 40% sus emisiones también para 2030, las dos principales potencias mundiales buscan sentar un ejemplo y alentar a otros países a compromisos similares, para impulsar las negociaciones hacia un acuerdo global contra el cambio climático en la reunión de París el año próximo.
“Como principales economías y principales emisores de gases invernadero, tenemos la responsabilidad especial de liderar los esfuerzos globales contra el cambio climático. Me siento orgulloso de anunciar un acuerdo histórico”, declaró Obama en una rueda de prensa junto a su homólogo chino, Xi Jinping. [Sin embargo, el líder de la mayoría republicana en el Senado de EE UU, Mitch McConnell, criticó el acuerdo. “China no hará nada durante 16 años”, afirmó, según Reuters]
Para Wang Tao, del Centro para Política Global Carnegie-Tsinghua, es “un punto de comienzo muy importante”. Los objetivos anunciados son “razonables” y, sumados al compromiso europeo, “representan una base muy buena para las negociaciones en Lima y, el año próximo, en París”. Ran Ran, catedrática adjunta de Ciencias Políticas de la Universidad china de Renmin, matizó que aún se desconocen los detalles, incluida “la verificación y la supervisión de los objetivos prometidos”.
El anuncio del acuerdo representó el broche de oro para una visita que ha aportado otros frutos importantes, como un entendimiento para la eliminación de aranceles en productos tecnológicos o un pacto para flexibilizar la política mutua de visados.
Durante su estancia en Pekín, para participar en la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) primero y en una visita de Estado después, Obama tuvo buen cuidado de mostrarse muy comedido en sus declaraciones. Asuntos sensibles como las manifestaciones en Hong Kong se resolvían con un “lo importante es evitar la violencia”. Las menciones a Xinjiang o Tíbet brillaban por su ausencia en público. Sus anfitriones, mientras tanto, subrayaban “un nuevo modelo de relaciones entre grandes potencias”, de igual a igual.
También en su rueda de prensa conjunta al final de la visita los dos presidentes restaron importancia a sus diferencias. Descartaron que el énfasis hacia Asia-Pacífico de la política exterior estadounidense tuviera como objetivo constreñir a China. “El océano Pacífico es lo suficientemente ancho como para acomodar el desarrollo de China y de EE UU”, aseguró Xi. Obama alabó la cooperación de Pekín en áreas como la lucha contra el ébola, el programa nuclear norcoreano o Irán.
Los presidentes se mostraron menos unánimes acerca de las manifestaciones en Hong Kong. Xi consideró las sentadas para exigir más democracia como “ilegales”, “un asunto interno de China, en el que ningún otro país debe interferir”. “Por supuesto, la ley y el orden deben mantenerse en cualquier lugar”, insistió. Obama aseguró que EE UU no ha desempeñado papel alguno en esas concentraciones y defendió el derecho a la libertad de expresión, si bien la situación en la ex colonia “es algo que compete decidir a la gente de Hong Kong y de China”.
El momento más incómodo de la rueda de prensa se produjo cuando un reportero del diario The New York Times preguntó a Xi sobre la política de visados para los periodistas extranjeros en China. A varios periodistas del Times se les ha denegado el permiso de residencia después de que el periódico publicara una información sobre la fortuna de la familia del ex primer ministro Wen Jiabao. Xi afirmó que su país protege los derechos de los medios pero estos deben respetar las leyes nacionales.